A vueltas con los sueños. (parte 8)

el

Segunda etapa, Cabo Verde

-North Star, North Star llamando AYO ¿Me recibís cambio?, es la voz de Ingrid, y son las 11 de la mañana.

-Hola Ingrid, todo bien por aquí ¿Ya de camino?

Llevamos dos horas de navegación, el viento a amainado y ahora lo recibimos por popa a 12 nudos, pero hemos hecho ya 15 millas, lo que nos da una excelente media. Olas suaves y las velas con retenida en ambas bordas.

-Si, llevamos una hora navegando con buen viento, a ocho nudos. Parece que vamos a tener una buena travesía si esto sigue así. Un nuevo abrazo de parte de los que se han quedado en Lanzarote.

-Gracias Ingrid, es una delicia navegar con este tiempo y estas largas olas. Seguimos en contacto.

Javier ha puesto su aparejo de pesca atado de nuevo en el balcón de popa, y aún nos sobrevuela alguna gaviota, esperamos que eso sea buena señal, que indique la existencia de algún pez que anime la mañana.

Sentada en la bañera, Alicia está escribiendo su resumen de la salida, y Javier ha ido a proa donde toma el sol tranquilamente, y en pelotas, parece que la experiencia de esos días a calado en esa libertad que da el nudismo.

Cada dos horas nos comunicamos con el North Star, y a las 6 de la tarde están solo a una hora de distancia del AYO.

Hoy hemos comido una GRAN tortilla de patatas que he preparado yo, acompañada de una ensalada de aguacates que, junto a una botella de vino, nos ha parecido un manjar. El resto del día ha pasado con calma, sin avistamientos aparte del North Star, que vemos en el radar detrás nuestro. Javier y Alicia han hecho una larga siesta, y el AYO ha navegado sin apenas movimiento y tripulado por el piloto automático.

Alicia aparece a las 7 con unos gyn-tonic, y los tres nos vamos a proa para disfrutar de nuevo con la puesta de sol y que, en el océano, parece más impresionante que en tierra firme.

-Que calma, la verdad es que ha sido intensa la parada en Lanzarote, ahora lo encuentro a faltar. Es una mezcla de sensaciones. Por primera vez no me sentía atrapada por una relación, pero claro, han sido muy pocos días. Alicia reflexiona en voz alta.

-Ambos habéis tenido una experiencia muy especial, bueno, incluso yo, Creo que es un viaje de emociones. Estoy muy contento de haber decidido venir, comenta Javier.

-La verdad es que sois muy buen equipo, diferentes todos, pero quizás esto es lo que hace que la relación sea más interesante y enriquecedora. Hasta ahora sin problemas, ni quejas por parte de ninguno de nosotros. Un placer, de verdad.

Decidimos como serán los turnos a partir de ahora, con tres a bordo parece razonable hacerlos de cuatro horas, así cada uno puede descansar ocho, aunque es complicado aguantar tanto tiempo con este movimiento. Empezaré yo cuando decidamos que es hora de irse a la cama.

La luna es llena hoy, y se refleja en el mar, iluminando nuestro recorrido. El viento ha vuelto a bajar y ahora tenemos doce nudos, hacemos una velocidad de 5 nudos. Ahora estoy de guardia, desde las diez de la noche, comiéndome una manzana mientras me entretengo intentando identificar cada una de las constelaciones que hoy quedan un poco difuminadas por la excepcional luz emitida por esa magnífica luna. Hemos decidido que, por la noche no habrá contactos por radio, ya que eso podría despertar a los que descansan, pero sigo viendo a nuestros perseguidores por el radar, han bajado la velocidad, pero ahora están a menos de 5 millas de nosotros.

A las dos, aparece Javier con un café recién hecho, la temperatura es ideal, va con pantalón corto y nuestra camiseta oficial.

-Buenas noches Raúl. Qué barbaridad de luz, que maravilla, no he notado nada el balanceo. Creo que es el día de mejor navegación desde que salimos de Cádiz ¿Un café?

-Ni se te ocurra, me voy a la cama YA. Con esta suavidad, casi me estaba ya durmiendo. No hay novedad, el North Star, solo a cinco millas y acercándose, pronto lo verás por popa. Supongo que por la mañana podremos saludarlos físicamente. Hay una leve corriente que nos mueve hacia el este, pero el piloto la corrige sin problemas. Buena Guardia.

A las ocho me despierto y veo a Alicia en la bañera haciendo señales con las manos. El North Star está a nuestro estribor, parece que van a la misma velocidad, aunque supongo que han decidido bajarla para estar un rato cerca de nosotros. Me uno a Alicia y les saludo. Es Ingrid y el capitán los que saludan desde su popa.

-Hola Chicos ¿Noche casi mágica verdad? Espero que esto siga así hasta Cabo Verde, les saludo por radio.

-Pues sí, estuvimos hasta las dos de la madrugada, toda la tripulación, con sesión de cine en el comedor. Ahora aun durmiendo todos, menos el capitán y yo. Seguiremos en contacto, ahora ponemos el turbo de nuevo. Un fuerte abrazo y hasta luego.

Cuatro horas más tarde ya les hemos perdido de vista, pero siguen en nuestro radar.

La travesía sigue suave y sin incidentes, hasta las cinco de la tarde, cuando el cascabel vuelve a sobresaltarnos. Javier se apresura a tomar el control del aparejo, mientras Alicia reduce la velocidad del AYO amollando las velas. Salto a proa y quito las retenidas para poder maniobrar con más libertad.

La pieza parece grande, y Javier maneja los tiempos para que vaya cansándose. Ahora Alicia ha parado el barco poniéndose a la capa, y estamos solo pendientes del trofeo. He atado el cuchillo al bichero y Alicia ya tiene la bolsa de rafia preparada, aunque lo que hemos pescado sigue a una distancia considerable, y resistiéndose.

A las cinco empezamos a ver que cede un poco y podemos ver movimiento en la distancia. Javier sigue luchando con él. Alicia y yo nos hemos lanzado al agua tras lanzar una boya de apoyo.

-Cabrones, yo aquí trabajando y vosotros disfrutando de un baño. Por favor, Raúl, reemplázame, tengo los brazos entumecidos.

-Subo al barco para seguir en la tarea y Javier, quitándose la ropa, salta al agua.

A las seis tenemos al ATUN a 10 metros del AYO, ahora tiene ratos de calma, parece agotado, pero no nos fiamos de ese comportamiento. Es más grande que el Dorado, quizás demasiado grande para nosotros, pero estamos dispuestos a asumir el riesgo. Javier ha vuelto a tomar el control. Alicia y yo listos para el episodio final.

Cuando lo tenemos a un metro, decido clavarle el cuchillo que, a la segunda punzada parece que ha terminado con la resistencia. Ahora queda subirlo a bordo. Con un cabo libre hago un lazo que espero ayude a esta última maniobra y entre Alicia, con su saco y yo con el lazo, logramos ponerlo en la bañera. Es tremendo y ahora tenemos la bañera llena de sangre.

-Bien Javier, es tu presa, yo me largo abajo para no verlo, pero ahora es tu problema proceder al despiece.

Antes de empezar a trabajar sobre el atún decidimos volver a poner al AYO en su rumbo. Y Mientras lo hacemos, nos comunicamos con el NORTH STAR, para comunicarles nuestro éxito. Un éxito siempre parece mayor si lo compartes.

Nos dicen que les guardemos algún lomo, si es que podemos conservarlo en la nevera.

Antes de la puesta de sol, Javier ha descuartizado al pobre pez, y tenemos 4 piezas grandes de magnífico atún, listas para cocinar o comer simplemente crudo, o macerado con limón. Los restos los hemos lanzado por la borda, y hemos limpiado la bañera de forma que Alicia puede volver a la misma sin la sensación que le preocupaba. Los lomos están en el frigo ahora, aunque hemos tenido que sacar de él botellas de vino y agua que, ahora se tendrán que tomar a la temperatura ambiente, solo las cervezas se han librado de su expulsión.

Mientras Javier limpiaba, he preparado un tartar de atún con finos filetes, aceite y soja, Junto a unas patatas fritas de bolsa, y un poco de pan, que todavía está tierno, nos damos un festín. Alicia no ha perdido detalle, bueno solo alguno, del proceso y dispone ya de todas las fotos para sus reportajes.

Hoy disfrutamos de la puesta de sol desde la bañera, con unas cervezas muy frías. Ahora ponemos el motor en marcha cada seis horas, solo para recargar baterías y mantener el frigorífico en marcha. Las baterías son nuevas, y se están portando muy bien.

La noche es igual de placentera, y a las ocho de la mañana nos despierta Alicia.

-¡ARRIBAAAA! Tenemos a un grupo de ballenas que han decidido acompañarnos. No os he despertado antes porque creía que se irían rápidamente, pero, llevan 30 minutos a nuestro lado, creo que nos han adoptado porque ahora la más próxima está a diez metros.

Javier y yo salimos rápidos para poder ver el espectáculo. Son unas quince ballenas que nos escoltan a ambos lados, mostrando continuamente sus lomos y chorros de agua al respirar. Hay cinco crías que viajan al lado de las madres. Por más de dos horas nos acompañan, y nosotros las observamos sentados en una de las bordas de proa, con una taza de café que Javier ha preparado.

Cuando se van, Javier vuelve a su cama y yo, que con el café estoy muy despierto, decido quedarme con Alicia. Ella ve ahora las salidas de sol, y hago un trato para cambiar la guardia algún día, y poder también hacerlo, es posiblemente, junto a la puesta, uno de los momentos especiales para mí.

Seguimos comiendo atún, hoy lo ha hecho Alicia “Vuelta y vuelta”, con arroz blanco de acompañamiento. Hacemos una comida caliente al día, el resto son bocatas o aperitivos, y mucha fruta.

Ya con toda la confianza que da esa convivencia nudista que ahora tenemos, no usamos el baño interior para nada, es más higiénico y fácil usar la popa para tales menesteres. Simplemente nos atamos a un arnés, y mientras alguien está atento por si sucede algo, el implicado disfruta de un rato de intimidad, incluido baño.

El cuarto día de navegación ya no tenemos al North Star en el radar, ni podemos comunicarnos con ellos, pero si vemos un punto al cual nos vamos aproximando, a las diez de la mañana lo tenemos a 15 millas, unas tres horas desde nuestra posición y acercándose. Por su posición y evolución, parece que es algo que está detenido.

A la una del mediodía observamos el punto en el horizonte, situado a nuestro estribor. Como no tenemos prisa, decidimos poner rumbo hacía el.

Alicia intenta comunicarse en varias ocasiones, con el barco potencial, a través del canal 16, sin éxito.

A las dos observamos con temor que parece el Stjärnfall que está a la deriva, no tiene mástil, ni vemos a Lían en cubierta. Cuando estamos a unos 50 metros gritamos desde el AYO, y un minuto después vemos a Lían salir a cubierta, lleva el brazo derecho en cabestrillo.

Los tres respiramos con alivio, está vivo, aunque tenga algún problema. Suavemente nos acercamos con el motor y sin velas, a su babor, Javier pone unas defensas en nuestro estribor.

-Lían, ¿Qué pasó?¿Cómo estás?, Alicia pregunta mientras le lanza un cabo para que ambas embarcaciones se mantengan unidas.

-El mar se puso bravo después de 36 horas de viento fuerte, pero aceptable, luego fueron vientos de más de 40 nudos, con olas de 7 metros. Un mar muy rápido que hizo que me cruzara a una ola, y di una vuelta entera. Afortunadamente el barco se adrizó enseguida, pero rompí el mástil y cuando intentaba atar lo que quedaba de él a la borda, una ola se lo llevó rompiéndome el brazo.

-Carai, que mal, y ¿Desde ese momento estás a la deriva?

-No podía hacer nada, y la gasolina que llevo, con este motorcito fueraborda de 2,5 es solo para entradas y salidas de puerto, no sirve para nada. Ayer noche vi luces de navegación, creo que, de un velero, pero estaba muy lejos, y no pude hacer señales ni nada, todo está mojado, las baterías tampoco funcionan. Sabía que alguien pasaría y tenía comida y bebida para aguantar unos cuantos días a la espera de ayuda. No sabéis como me alegro de que seáis vosotros.

-Vamos sube, intentemos atar el Stjärnfall a nuestra popa y miremos esa herida. Javier por favor sube tu al barco, y atemos un cabo de 50 metros en su proa, luego sujétalo en ambos lados de nuestra popa, Alicia échale un vistazo a ese brazo.

A los veinte minutos, estamos navegando a motor, arrastrando al Stjärnfall, y ponemos las velas de nuevo. Navegamos así durante más de dos horas. Lían, tras un par de cafés y cambiarse de ropa, parece más relajado, aunque no habla y solo mira hacia su barco.

El viento arrecia y sube a 18 nudos, con olas crecientes. El Stjärnfall se ha abalanzado un par de veces sobre nosotros empujado por algunas olas, y Alicia ha logrado esquivarlo, aunque hemos recibido un golpe en nuestra popa que solo ha sufrido daños estéticos.

-Lían estamos a un día y medio del destino, no creo que podamos arrastrar el Stjärnfall hasta allí si sigue subiendo la intensidad del viento, a riesgo de que no lleguemos ninguno. ¿Qué opinas?

Lían, asiente con la cabeza -Estoy de acuerdo, es ponernos en riesgo todos. Me gustaría recuperar algo del barco, pero no quiero que nadie se ponga en peligro.

Alicia sugiere que ella puede subir si logramos acercarnos, pero deberá ser, yendo a motor e intentando colocar al Stjärnfall a sotavento de nuestra popa. Es una maniobra arriesgada. Consultamos el parte meteo para las próximas horas, y vemos que decrecerá bastante la intensidad del viento sobre las 9 de la noche, así que decidimos esperar.

Preparo una tortilla con jamón para Lían, que sigue cabizbajo, y nosotros cenamos fruta. Nadie se ha movido de la bañera intentando animarle.

-Es una pena que no hayas llegado a Santa Lucía, pero míralo de otra manera, estamos juntos, estás a salvo, dentro de poco estarás en Cabo Verde, y desde allí podrás volar a Suecia. Dice Javier. -Más aun, si lo deseas, puedes llegar a Santa Lucía con la mejor tripulación oceánica, nosotros.

-Además, estuvimos comentando que nos gustaría saber navegar sin instrumentos y quizás tu nos puedes enseñar. Ningún maestro y compañero mejor, añade Alicia.

Lían no nos mira y sigue con su tortilla, que va comiendo lentamente. -Gracias amigos, veremos.

A las diez de la noche el viento ha decaído a 9 nudos, y las olas se han suavizado. Hemos tenido un par de sustos más, pero en ambos casos nos hemos librado sin grandes problemas. Quitamos las velas y ponemos motor acercando lentamente el Stjärnfall a nuestra popa. Alicia decide que cuando esté a 5 metros por sotavento intentará llegar al mismo con un cabo atado a la cintura. Prefiere hacerlo así y una vez dentro preparar todo lo que hay que llevarse y colocarlo sobre la barca auxiliar del Stjärnfall, desde donde puede mandarlo al AYO.

Lían nos va diciendo lo que quiere recuperar: Una bolsa con algunos libros y apuntes musicales que ha compuesto durante el viaje; una pequeña maleta de piel donde guarda algo de dinero y el pasaporte, junto a varios USB con fotos del viaje, un teléfono y su agenda; algo de ropa, el sextante y las tablas de apoyo para calcular la posición.

Empezamos la maniobra y ponemos el Stjärnfall cerca sin que nos haga peligrar por una colisión, Alicia se ata un cabo flotante a la cintura, y yo la voy dejando ir hasta que está en la popa de nuestro vecino. Sube a la playa de su popa sin problemas, y procede a hinchar la pequeña balsa auxiliar que está atada en cubierta dejándola atada en una de sus bordas.

Durante unos minutos vemos destellar las luces de su linterna frontal dentro del Stjärnfall, mientras busca lo que nos ha pedido Lían. Unos minutos después, Alicia va a proa y, desde allí, lanza un largo cabo que Javier recoge en la popa del AYO. Alicia ata el cabo a la pequeña balsa donde coloca lo recogido, y también sube ella, pidiendo a Javier que tire suavemente para acercarla.

En pocos minutos tenemos a Alicia en la bañera, y a Lían revisando lo recogido. Una vez verificado alejamos al Stjärnfall al lugar en que estaba antes de la maniobra, y decidimos que lo mantendremos allí, mientras no nos ponga en riesgo.

Al amanecer vuelve a intensificarse el viento hasta los 22 nudos, el Stjärnfall se mueve de forma peligrosa y en algunos momentos se acerca demasiado. Javier se ha prestado a manejarlo y poder cambiar de rumbo cuando eso suceda, aunque no hemos aceptado su sugerencia, ya que el parte del tiempo prevé mucho más viento. Es el propio Lían que decide que lo abandonemos a su suerte.

-Raúl, te agradezco mucho los esfuerzos por conservar el Stjärnfall, pero creo que esto es una señal y ahora valoro mucho más poder volver con mi hijo que terminar una aventura que ya no tiene sentido. Os acompañaré hasta Cabo Verde, y volveré a mi país. Voy a terminar la composición que he empezado y la voy a llamar “AYO SOUL”, te la mandaré donde me digas, y estaréis invitados a oírla en directo cada vez que se interprete, me habéis devuelto la esperanza, y luego, la vida, os debo todo mi futuro. Gracias.

-No nos debes nada Lían, la amistad se trata de eso. No hemos hecho nada que no hiciéramos por alguien que estuviera en esta situación, pero es que siendo tú, además, ha sido un placer, y una gran alegría haberte encontrado y llevarte a puerto sano y salvo.

-Cada uno tiene su escala de valores, mantengo mis decisiones, así que suelta al Stjärnfall, y pongamos rumbo a Cabo Verde. ¡Vamos!

Al mediodía estamos todos en la bañera con una copa de cava, y un cuchillo en la mano de Lían.

Lían dice sus últimas palabras antes de cortar el cabo. -Adiós compañero, me has acompañado mientras estaba mal, salvado de mil peligros, has compartido mi intimidad, y sido mi fuente de inspiración, acercándome hasta nuevos y entrañables amigos, y contigo he recuperado la fe y la ilusión, todo esto aun estando mutilados los dos, en estos últimos días. Te guardaré en mi alma para siempre. No se si llegarás a algún puerto por ti solo, si así fuera, te deseo lo mejor, y si no, descansa en este Océano, tan inmenso, tan rudo a veces, y tan cálido otras, seguro que te cuidará en su regazo, como me has cuidado tu a mí.

Todos bridamos y Lían corta el cabo, el Stjärnfall y su balsa, van alejándose de nosotros mientras los observamos sentados, tristes pero agradecidos de que nos hayan devuelto a nuestro amigo.

La puesta de sol de ese día fue especial, Lían ha recuperado la sonrisa, y lo celebramos con varias cervezas, mientras hacemos ya planes para ir a oír la nueva sinfonía.

A la salida de sol estamos todos despiertos, la imagen de Cabo Verde empezó a detectarse en el radar a medianoche, así que todos estamos emocionados por esa aproximación. A Lían lo hemos incorporado a las guardias, aún con el brazo roto y a petición de él, ha prometido que, antes de llegar a puerto nos habrá enseñado a identificar la posición con su sextante, el cual ya ha incluido en nuestra herencia cuando él nos deje.

El día lo pasamos en cubierta haciendo cálculos. Lían no nos puede enseñar todas las opciones, pero si deberemos ser capaces de reconocer nuestra posición al menos una vez al día, cuando el sol este en su cenit.

Llegada a Mindelo

A las nueve de la noche nos encontramos en la bocana de Mindelo en la isla de San Vicente. A través del canal nueve hemos contactado con el puerto y, desde allí, como respeto a la petición de Mario, han dispuesto el amarre, y unos marineros que están esperándonos, no importa a la hora que lleguemos.

A las diez de la noche el AYO está asegurado en un lugar privilegiado y Abilio, el comodoro, nos da la bienvenida.

-¿Raúl?-levanto la mano- Soy Abilio, un placer conocerte. Mario, mi compañero y amigo de travesías durante muchos años me habló de vosotros. Será un placer teneros entre nosotros el tiempo que deseéis quedaros en nuestra maravillosa isla.

-Muchas gracias Abilio, ha sido un alivio llegar aquí a salvo, pero en lo mejor que me puede ayudar ahora es en decirnos donde podemos tomar una buena cena, llevamos días comiendo con recetas básicas en nuestro cascarón, y queremos celebrarlo. Nos encantaría que la compartiera con nosotros esta noche.

-Bien, me encanta comer, o sea que acepto. Vamos pues, os he amarrado aquí porque estáis a solo 200 metros del restaurante más original de San Vicente, pero yo elegiré el menú, sois mis invitados.

Tardamos solo diez minutos en ponernos las mejores galas y salir del AYO. La noche es cálida y estamos hambrientos. Abilio ha ordenado preparar una mesa desde donde se puede ver el AYO. Empezamos la cena con un excelente vino local y, sorpresa, nos sirven unas raciones de morena rebozadas, un exquisito manjar que nunca habría creído pudiera comerse.

Tras la comilona de bienvenida, Abilio nos invita a unas copas en un local cercano donde podemos disfrutar de la kisamba, una música tradicional angoleña que nos acompaña hasta la una de la madrugada, ya cuando nuestros sentidos empiezan a fallar debido a los excesos de la noche, y cuando parece que debemos irnos por los excesos de sentimientos que se han despertado. Lían abrazándome con su brazo sano, besándome y casi llorando, ”eres mi hermano a partir de ahora”, Javier que no para de bailar con una caboverdiana, y ya casi es un maestro de kisamba, y Alicia que se ha pasado la noche interesándose por la isla a través de Abilio, hasta que esté es ya incapaz de articular ordenadamente una respuesta, y Alicia tampoco coordina muy bien las preguntas.

Alicia y yo hemos acompañado, aun perjudicados, a Abilio hasta su casa, antes de volver al AYO, donde Javier está durmiendo en el camarote y Lían yace en la bañera, ambos con la misma ropa usada en la cena.

Al día siguiente acompañamos a Lían al aeropuerto, donde él reserva un billete para él, dos días después, cuando saldrá rumbo a Estocolmo, vía Lisboa.

Ya organizada la partida de Lían, hacemos un plan hasta que se vaya de Cabo Verde. Abilio, ya recuperado de la resaca nos ha invitado a un tour por la ciudad y sus mercados, y luego ir hasta una calita donde, aparte de poder observar tortugas (lugar de desove), nos van a preparar otro de los manjares prometidos en la isla, un “bacalao o brass”. Alicia ha organizado, para mañana, un buceo en el Oeste de la isla desde donde nos prometen que veremos tiburones y ballenas.  Javier ha revisado los supermercados locales, muy acostumbrados a suministrar alimentos a los muchos barcos que hacen escala en Mindelo, y ya tiene decidido a cuál acudiremos.

Abilio nos informa que el North Star, que debería haber llegado hace dos días, recaló en la Isla de Sal, para reparar un problema en la jarcia firme del barco, parece que uno de los obenques que aguanta el mástil se desencajó de la borda, pero ya está reparado y llegará mañana a Mindelo.

Decidimos que partiremos de nuevo un día después de la llegada del North Star, así podemos saludarlos y despedirnos de Lían.

Mindelo es una ciudad humilde, acostumbrada a recibir las flotas de veleros que hacen el Gran Prix del Atlántico anualmente, y donde participan cientos de embarcaciones, sus habitantes son amables y sus marineros muy serviciales, ahora, a falta de otros barcos de visita en su puerto, tenemos cada día algunos expertos ofreciendo su trabajo si queremos reparar o mejorar algún elemento del AYO. Javier encarga la reparación de la popa afectada durante el remolque, pero solo si lo hacen antes de nuestra partida. Al día siguiente, tres expertos, con material adecuado, están ya trabajando en el encargo.

Otra oferta que hemos aceptado, en este caso por recomendación de Lían es la instalación de un piloto de viento. Su experiencia y el largo recorrido que Lían ha hecho con este tipo de piloto avala su rendimiento. La instalación se efectúa en apenas un día y Lían sale a probarlo con nosotros, es fácil y cómodo en caso de que tengamos problemas con el electrónico que tenemos.

Alicia ha tenido tiempo para terminar un nuevo resumen y mandarlo a los patrocinadores. Ha intentado que nos manden más cervezas, pero no podrá ser por el tiempo necesario de transporte, que debe ser vía Lisboa. Nos dan instrucciones de cómo proceder para asegurar que en el siguiente puerto nos estén esperando a la llegada.

Cuando solo llevamos dos días en Mindelo, ya somos la atracción del puerto, reparaciones, instalación del piloto, entrega de suministros, Abilio tomando cervezas por la tarde con nosotros, nos ha convertido en uno de los puntos a visitar cuando cae la tarde y los caboverdianos salen de paseo.

El North Star entra al puerto por la tarde, cuando nosotros volvemos de un buceo espectacular, y se encuentra, además de a Abilio, a toda la tripulación del AYO, y a Lían, esperándolo en el amarre asignado, justo a nuestro babor.

Ingrid está en la popa sonriente -Que sorpresa más agradable, no esperábamos encontraros, y mucho menos a Lían, me alegro de que haya decidido hacer esta escala. Nos lanza las amarras y les ayudamos en el atraque. Lían ¿Qué pasó?

-Esos barcos de lujo están pensados solo para los mares tranquilos, bordeando las costas. Se rompen cuando se les exige un poco más, grita Javier desde el muelle.

Saltan todos al puerto y nos abrazamos encantados de volver a estar juntos. Esa noche volvemos al restaurante de llegada donde les contamos el trance de Lían, que ya parece haber aceptado y superado el mismo. Volvemos a hacer juntos el tour del bar de kisamba, y todos los disfrutamos. En el bar, hoy, quizás avisados desde el restaurante, donde estuvimos comentando el lugar de copas, hay algunas chicas dispuestas a ejercer de maestras para los no iniciados en este baile.

Un poco preocupado por la aparición de esas muchachas, lo comento con Abilio el cual me dice que no es nada raro, en Angola y Cabo Verde como parte de este país, es muy usual que las mujeres acudan a bailar si saben que hay turistas dispuestos a dar alguna propina por el aprendizaje, pero no tiene nada que ver con prostitución, la cual está prohibida en las islas.

El efecto de las bebidas no cambia, y a las doce es un bullicio alegre con todo el mundo bailando, Alicia se ha emparejado con el capitán del North Star e Ingrid se ha sentado conmigo que insiste en que debo enseñarle a bailar este ritmo, y yo me esfuerzo por intentar parecer que algo se de eso. Javier casi se ha vuelto un experto, lleva una hora sin salir de la pista bailando de nuevo con la chica del día anterior, hasta Lían ha sucumbido al atractivo de una bella nativa, y ha demostrado que, además de músico, es un excelente compañero de baile, y eso que solo puede usar uno de sus brazos.

El local cierra al público, pero nos deja seguir un rato más disfrutando de la velada. A las dos de la madrugada solo quedan en el local cuatro parejas, Lían y Abilio se fueron a otro bar donde hay música en vivo, Javier ha desparecida con su pareja, y algunos de la tripulación del North Star han vuelto a su barco. Alicia y el capitán tampoco están, así que asumo que se fueron juntos.

Invito a Ingrid a dar un paseo hasta nuestros barcos, y durante el camino me dice que todavía tiene sueños húmedos derivados de nuestro trio, lo que da lugar a que nos besemos mientras hacemos alguna parada durante el camino, pero no avanzamos con nuestros deseos, la bebida, el lugar desconocido, y la falta de un lugar adecuado nos disuaden, aunque nos citamos para terminar el cortejo en Santa Lucia, donde ella tiene unos amigos que viven en un lugar idílico, según ella.

A la mañana siguiente me despierto a las ocho, y estoy solo en el barco, Lían sale a las seis de la tarde, y nosotros deberíamos zarpar antes de la puesta de sol, pero lo veo difícil todo en esos momentos.

Voy al restaurante habitual donde me sirven un exquisito desayuno que me recuerda a Portugal, con pastelitos de crema y un buen café isleño. Y mientras estoy con él, veo que Lían llega al AYO. Le llamó desde la terraza del restaurante y se une al desayuno.

-Uff, no he dormido casi nada. Estuvimos hasta las cinco de la mañana con Abilio, que me invitó a ese barcito donde se juntaron más de veinte personas, música, cantos, bailes, en fin. Un ambiente imposible de encontrar en Suecia, y que no me podía perder, al final acabé yo cantando karaoke. Abilio me invitó a dormir en su casa que estaba solo a dos calles.

Desde el restaurante veo a Alicia bajar del North Star, donde el capitán la acompaña por la pasarela de bajada al muelle. También la llamo para que venga a acompañarnos y lo hace corriendo por el pantalán.

-Carai ya solo me falta uno, “esta isla es peligrosa”, menos mal que esta tarde nos vamos.

Tras el desayuno damos un paseo por el paseo marítimo, un lugar que debió ser muy lindo en su día, cuando era una colonia portuguesa, pero que ahora solo conserva parte de su estructura.

Volvemos al AYO a las doce, y nos encontramos a Javier durmiendo en su camarote. Lían prepara sus pocas propiedades para el viaje usando una bolsa de viaje que le ha regalado Alicia, y nos sentamos en la bañera a la espera de que Javier reviva para poder ir a comer juntos, lo cual sucede a las dos de la tarde.

Salimos del AYO y, desde el North Star, Ingrid nos llama para que nos unamos a ellos en una comida a bordo, lo cual aceptamos de inmediato si ellos acceden a que llevemos dos lomos de atún que todavía están en nuestro frigorífico.

El North Star, con 50 pies, es decir, un 50% más que nuestro AYO, nos parece un palacio. Han preparado una mesa en proa, barbacoa incluida, que con el excelente día que hace, nos parece el mejor lugar donde podríamos despedirnos de Lían, y de la tripulación del Noth Star.

La comida dura hasta las cuatro de la tarde donde nos despedimos de nuestros anfitriones para acompañar a Lían al aeropuerto.

Lían no deja de llorar al despedirse, algo que termina por contagiarse al resto del grupo.

-¡Si no venís a Suecia os buscaré para vengarme! Es su última frase antes de perderse en la entrada de pasajeros.

Al volver al AYO vemos a Abilio que está hablando con el capitán del North Star, y que rápidamente le despide para acercarse a nosotros con una bolsa en la mano.

-Amigos, ¿Supongo que listos para partir? Ha sido un verdadero placer conoceros y una pena que no haya podido ir a despedir a Lían, “aunque me ha dicho que nos vamos a ver todos en Suecia”. Os he traído unas botellas de ron casero que preparamos en San Vicente, es solo para verdaderos marineros y aquí le llamamos “quitapenas”. Espero que nunca tengáis penas, pero que si sirva para recordar a un amigo que habéis dejado en Mindelo.

-Abilio, seguro que no hará falta el ron para recordarte, pero muchas gracias. Agradece Javier.

-He dicho a la gasolinera que esté lista para que podáis repostar, os deseo un feliz viaje y como es normal, espero que me mandéis un mensaje cuando lleguéis sanos y salvos, al siguiente puerto, sea cual sea.

Subimos al AYO, con toda la tripulación del North Star observándonos desde su mansión.

-Como siempre, llegaremos antes que vosotros a Santa Lucia, no rompáis nada más, es un peligro en el Oceano, grita Alicia desde nuestra bañera.

-Os esperaremos allí, hay que seguir con estos divertidos encuentros, y terminar con las cosas empezadas, comenta Ingrid desde la proa del North Star.

El capitán lanza una camiseta a Alicia, es la oficial de los marineros del North Star. Alicia le saluda en modo militar.

El AYO empieza a moverse hacia la gasolinera y después de repostar, en solo 10 minutos, salimos del puerto con las velas izadas y con una puesta de sol que nos parece de buen augurio.

Deja un comentario