(Rumbo norte 2024, y eleboración propia)

Los que han navegado en un velero, incluso uno de crucero, no de regata, al encontrarse con un viento medio de 15 nudos y navegando a 60º respecto a la dirección del viento, habrán experimentado un poco de vértigo por la velocidad y la escora del barco, pero lejos de esta percepción, es muy probable que hayan estado navegando a una velocidad de 14 km/hora.
Las velocidades alcanzadas por un velero dependen de varios factores, eslora (largo del crucero), diseño (regata o crucero de ocio) que casi siempre tendrá que ver con su peso, estado de la mar, tipo de velas y ajuste de las mismas (trimado) y habilidad de la tripulación.
Habitualmente, con la misma eslora, los veleros de regata alcanzarán un 50% más de velocidad que un crucero, alcanzando los 20 nudos, aunque no se pueden comparar con los veleros especiales, por llamarlos de alguna manera, que pueden superar, como lo ha hecho ya el Hydroptere, los 55 nudos.

En mi caso, un 44 pies de crucero familiar, con velas nuevas y una quilla de 2 metros, he alcanzado 9 nudos con una fuerza de viento de 16 nudos, con mar plano y de ceñida, lo cual es un muy buen rendimiento. A pesar de esa supervelocidad (jajaja), lo viajes en un velero, casi nunca son directos a destino, lo cual alarga cualquier travesía. Os doy un ejemplo, Valencia – San Antonio (Ibiza) 80 millas, usando el motor en ritmo directo y una velocidad razonable de 6,5 nudos/hora mantenidos nos llevaría 12,5 horas, pero, una maldición marinera que siempre nos persigue, hará que, en la fecha elegida de travesía, el viento, casi seguro, será de proa, es decir, no podremos usar un rumbo directo a vela y tendremos que hacer bordos para llegar a destino y eso hará que nuestra travesía no baje de 15 o 16 horas, eso, si con suerte, no tenemos cambios de intensidad de viento donde nuestro rendimiento a vela baje de 5 nudos, por esta razón, muchos patrones combinan vela y motor para no eternizar la travesía, casi siempre como respeto a las tripulaciones menos amantes del placer de esa tranquila navegación. Eso es, navegar a vela es un placer, especialmente para aquellos que no tengan prisa y disfruten del mar, sin estar exento de riesgos derivados de los aspectos meteorológicos.
