(La Vanguardia, Marta Sánchez, 4/12/2005)
Pablo Berruezo, el ingeniero español que está dando la vuelta al mundo en velero solo: “No duermo más de 30 minutos seguidos para controlar que todo esté bien”

Un velero de 12 metros, sencillo, familiar, sin patrocinadores ni equipos técnicos detrás.
Al timón, un joven ingeniero de 29 años con más ilusión que eslora. Con ese cóctel —coraje, preparación y un sueño bien amarrado— Pablo está dando la vuelta al mundo en solitario.
Nada que ver con las grandes regatas oceánicas: allí hay asistencia, satélites, helicópteros y equipos listos ante cualquier imprevisto. Aquí no. Aquí, cada avería es una batalla personal. Un eje que vibra, un piloto que falla, una vela que se desgarra… y él solo, en mitad del azul infinito, sin más apoyo que sus manos, sus herramientas y la cabeza fría. Algunas etapas le exigen hasta 33 días sin ver tierra, a miles de millas de cualquier puerto amigo.
A día de hoy navega el Pacífico, con más de 390 días de travesía en el diario de bitácora. Su aventura demuestra algo que todo buen patrón sabe en el fondo:
que con preparación, paciencia y pasión —la santa trinidad del marino— lo imposible se vuelve alcanzable.
Pablo pasó meses estudiando cada tornillo de su barco, aprendiendo a repararlo casi todo (más del 90% de las averías, dice él con humor). Y gracias a ese trabajo previo, hoy sigue avanzando rumbo oeste, persiguiendo el horizonte como solo lo hace quien no teme al océano… pero lo respeta.
Porque así es el mar: duro, grande, imprevisible.
Y aun así —o quizá por eso mismo— invita a los valientes a soñarlo.
